
Tomando prestadas las palabras de Jordi Gracia, Premio Anagrama de Ensayo 2oo4, “los ensayos literarios pueden ser tomados como fuentes de información fiables, pero el efecto y el placer de la lectura han transcendido la función informativa en el lector para hacer acceder esos textos a otro ámbito de experiencia que es propiamente estética o literaria porque no se satisface o no culmina únicamente en saber más cosas de uno y de otro, sino el hecho de disfrutar el ejercicio mismo de la evocación o la reivindicación”.
¿Quién puede considerarse un ensayista?, “aquel que aborda las preocupaciones del momento o propone temas escondidos pero que en cualquier caso se sienten o intuyen”, como bien reconoce el filósofo y ensayista Fernando Savater, el término ensayo, o quienes se adscriben a este género, no están estancados en un tiempo lejano formando parte de nuestra historia, sino que el ensayo forma parte de cada momento, de cada realidad, de una visión argumentada. Y sí, parece ser que esos nombres con los empezábamos, ‘ensayaron’ en su tiempo y lugar determinados, y sin embargo, en una sociedad ‘total’ a ritmo de cambio frenético, parecen tener mucho más peso que ensayistas actuales como Subirats o Adela Cortina. Un literario ensayista no trata de resolver los problemas de una sociedad, algo utópico en nuestros tiempos si tenemos en cuenta que lo humanístico, filosófico, político, económico, social y cultural, temáticas adscritas a los objetivos de este género, cambian a diario como los calzones. Por el contrario, sí que intenta expresarlos de la mejor manera posible, y para ello al parecer para hablar del presente es necesario acudir en ayuda de la experiencia pasada. Como bien decía mi abuelo, “hazle caso a la voz de la experiencia”, es necesario recurrir a las ideas del pasado para darles vida en el presente, o de alguna manera darle, valga la redundancia algún significado.
Volviendo a la esencia de este género, al que no consideraré significativo hablar del propio significado (para ello ya está internet), la especulación y la persuasión son dos de los elementos que caracterizan este género por encima de la acepción narrativa. Por lo tanto información e imaginación pasan a ser dos términos chocantes entre sí, pero que el ensayo une para que lo de él se saque penetre en la mente del lector y logre el objetivo de ofrecer interrogantes y perspectivas inéditas que inciten a reflexionar acerca de los problemas del hombre y de la sociedad.
Por: Antonio Soriano
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