Montaigne, Jovellanos, Voltaire, Larra, Sartre, Unamuno, Azorín, Barthes, Focault, Walter Benjamin, Ayala, Octavio Paz, Ortega y Gasset..., son nombres que a todos directa o indirectamente nos son conocidos, por decirlo de alguna manera. Son varios los campos en los que podemos encontrar lo que dicen o dejan de decir estos personajes, independientemente de su valor para la sociedad. En las siguientes líneas no hablaremos de lo que dicen, sino de cómo lo dicen, representando un género, el ensayo.
Tomando prestadas las palabras de Jordi Gracia, Premio Anagrama de Ensayo 2oo4, “los ensayos literarios pueden ser tomados como fuentes de información fiables, pero el efecto y el placer de la lectura han transcendido la función informativa en el lector para hacer acceder esos textos a otro ámbito de experiencia que es propiamente estética o literaria porque no se satisface o no culmina únicamente en saber más cosas de uno y de otro, sino el hecho de disfrutar el ejercicio mismo de la evocación o la reivindicación”.
¿Quién puede considerarse un ensayista?, “aquel que aborda las preocupaciones del momento o propone temas escondidos pero que en cualquier caso se sienten o intuyen”, como bien reconoce el filósofo y ensayista Fernando Savater, el término ensayo, o quienes se adscriben a este género, no están estancados en un tiempo lejano formando parte de nuestra historia, sino que el ensayo forma parte de cada momento, de cada realidad, de una visión argumentada. Y sí, parece ser que esos nombres con los empezábamos, ‘ensayaron’ en su tiempo y lugar determinados, y sin embargo, en una sociedad ‘total’ a ritmo de cambio frenético, parecen tener mucho más peso que ensayistas actuales como Subirats o Adela Cortina. Un literario ensayista no trata de resolver los problemas de una sociedad, algo utópico en nuestros tiempos si tenemos en cuenta que lo humanístico, filosófico, político, económico, social y cultural, temáticas adscritas a los objetivos de este género, cambian a diario como los calzones. Por el contrario, sí que intenta expresarlos de la mejor manera posible, y para ello al parecer para hablar del presente es necesario acudir en ayuda de la experiencia pasada. Como bien decía mi abuelo, “hazle caso a la voz de la experiencia”, es necesario recurrir a las ideas del pasado para darles vida en el presente, o de alguna manera darle, valga la redundancia algún significado.
Volviendo a la esencia de este género, al que no consideraré significativo hablar del propio significado (para ello ya está internet), la especulación y la persuasión son dos de los elementos que caracterizan este género por encima de la acepción narrativa. Por lo tanto información e imaginación pasan a ser dos términos chocantes entre sí, pero que el ensayo une para que lo de él se saque penetre en la mente del lector y logre el objetivo de ofrecer interrogantes y perspectivas inéditas que inciten a reflexionar acerca de los problemas del hombre y de la sociedad.
Por: Antonio Soriano
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