¿Quién teme al lobo feroz?

miércoles, 18 de febrero de 2009

Las estadísticas hablan por sí solas. La mayoría de jóvenes españoles no vuelve a leer un libro (no contemporáneo) después de realizar la temida selectividad.

Seguramente en esta cuestión todos tenemos mucho que decir. ¿Qué libros recomendamos? ¿Con qué criterios? Bueno, pongámonos un límite, 18 años, ¿cuáles serían las lecturas que deberían haber pasado por nuestras manos antes de llegar a esa edad?

Si nos ponemos a escoger, preferimos deborar un bestseller y olvidarnos de los ¿mal llamados? clásicos que se nos antojan llenos de polvo, de páginas y páginas repletas de expresiones obsoletas y de mucho aburrimiento.¿ Es que todo lo publicado ayer, como parecen vendernos las editoriales, ha preescrito?

Uno de los retos con los que se enfrentan educadores y crítica literaria(parece imposible poderlos unir en la misma frase) es redefinir la manida noción de clásico y por qué no, también la de Bestseller. Los hoy considerados pilares de la literatura nacional de la mayoría de los países europeos fueron bestseller de su tiempo que se publicaban en periódicos por entregas. Que se lo pregunten a Dickens, Balzac o a nuestro Galdós. Si nos remontamos a la antigua Grecia La Iliada y La Odisea fueron poemas populares antes de que Pisístrato los impusiera en todas las escuelas para martirio de los niños atenienses y qué decir de El Quijote que fue un bestseller antes de volverse un clásico.

"Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes..." (Quijote, II-III).

Pero parémonos a reflexionar; no se trata tampoco de reinvidicar ni pasados escritos ni futuros inciertos. Bien es verdad que hay toda una serie de libros que contienen y guardan las huellas conocidas y deconocidas que hemos ido heredando todos, sin execepción, de forma incosciente. Es tan cierto como triste que muchos estos libros que acompañaron en su infancia y juventud a nuestros padres y abuelos hoy sólo sean conocidos por sus adaptaciónes cinematográficas; Andersen, Dickens, Defoe, Kipling, Perrault, Grimm, Twain, Carroll, Swift, Collodi, Barrie, Stevenson, Salinger, Poe, Monterio Lobato, Quiroga, todos versionados(¿ o mejor distorsionados?) por la industría del cine y muchos de ellos endulzados y sazanados en igual medida por la factoría Disney. Porque lo sepamos o no, a Caperucita Roja se la comió el lobo y lo que Perrault quería realmente era dar una lección a todas las jóvenes que entablan relaciones con desconocidos, deslizándose el carácter sexual que somos incapaces de percibir en las versiones infantiles actuales.

Y es que el acierto(magia) es precisamente ése: una buena historia no se agota y es capaz de adapatarse a cualquier formato sea cuál sea ; en este sentido traigo a colación la definición de clásico citando a un clásico: libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir.(Calvino). El otro día un académico, de cuyo nombre no consigo acordarme, brindaba una particula, sincera y relista visión del concepto que nos ocupa: “un clásico es un libro que todo el mundo cita, sin que nadie piense seriamente en leerlo. Digámos que es un lobo que acecha desde la estantería de nuestro salón”.
Por:Ana Costa

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Entonces,(me permito preguntarte)qué debe leer un chaval entre 15 y 20 años hoy día según tu criterio? Cuál sería tu consejo? Pues en el texto no t mojas en ningún sentido.
Por cierto, un artículo acertado, abre un debate muy necesario.